Todo cambia cuando tienes 30 años y que no me digan lo contrario.
Cuando tienes 30 años los tropiezos son el doble que cuando tenías 20. La única diferencia depende de la madurez que tienes para controlar las emociones y buscar las soluciones para cada inconveniente. Es fácil decirlo, pero, posiblemente escuchaste estas palabras en algún momento de la vida, pero no la supiste interpretarlas.
La edad es un simple número con una gran carga emocional. Hay personas que inician una crisis existencial porque sienten que la vida culmina cuando no han logrado los objetivos marcados por la sociedad. Te crían con el pensamiento de que cada adulto debe ser exitoso por tener una familia, buen puesto laboral, vivienda propia, el carro soñado y viajes exitosos. No obstante, hoy en día el éxito se logra cuando creamos imaginarios adaptados a nuestros intereses, y no por los demás. La ventaja de un adulto es que puedes cumplir las metas en el momento preciso y no en el tiempo que te digan los demás.
Por otro lado, cuando tienes 30 años, creemos saberlo todo y cuando observas más allá del horizonte, te das cuenta que no sabes nada y te conviertes de nuevo en un niño indefenso que necesita la ayuda de los padres.
Los padres siempre serán el motor de la vida porque sin importar la edad, son ellos quienes en cualquier momento te guiarán con un consejo de vida. Aunque, no todos los padres son buenos, sino, quienes anhelan el bien para sus hijos.
Cuando llegas a los 30 años, no todo es malo. Tienes la oportunidad de seguir planificando el rumbo de tu vida con sueños que poco a poco puedes cumplirlos, sin la necesidad de pedirle permiso a nadie, ni esperar a la aprobación de los demás. La meta siempre será la misma para todos: tener estabilidad emocional.
Considero que la clave para mantener la prosperidad en el tercer piso es buscar la serenidad en cada paso que das, porque la vida se trata de eso. Disfrutar cada año que te regala esta maravillosa vida.